martes, 21 de mayo de 2013

Surfing Salvador

La entrada al Salvador fue mucho más simple de lo que pensamos, ni siquiera hubo pago de ninguna tasa, cosa que en el futuro nos traería más de un disgusto. Desde la entrada al país la ruta busca al océano, y fue justamente en una playa donde hicimos nuestro primer break, Metalio, ahí también almorzamos y decidimos seguir buscando los famosos point surferos que la costa del país tiene.El día fue súper caluroso y la humedad era altísima, frenar y dejar de producirse uno mismo algo de brisa era como abrir una canilla en el pecho y la espalda. Seguíamos, ese día queríamos dormir en un lindo lugar. Preguntamos a algunos de los personas que cruzamos y una familia con casa de playa nos recomendó Mizata, a unos 4kms de donde estábamos, donde la ruta empezaba a serpentear entre acantilados en las playas de la Libertad. Cuando llegamos al km indicado no entendíamos bien que tenia de bueno ese lugar. Nos decidimos a entrar igualmente hacia la playa siguiendo el cartel del único hotel o hostel que había, el Mizata Point ( www.mizatapointresort.com ) cuando llegamos entendimos el porque de tanta recomendación. Casi sobre la playa de piedras negras y redondas se encontraba este Lodge de Cabanas que miraba hacia uno de los points de surf mejor guardados y menos conocidos de la costa del Salvador. A la izquierda, imponente, una mole de piedra cerraba la postal dándole protección del viento a la ola perfecta donde dos o tres surfers despuntaban el vicio. Después de charlar un rato con George y su esposa Hondureña Wendy, nos ubicamos en una pulcra cabaña con aire acondicionado (A.C!!!). Una buena ducha cada uno, y nos fuimos derecho a cenar al comedor de Doña Com, a unos 300mts del Resort volviéndose al pueblo, un descubrimiento, la mejor comida que probé en Centro America y los menúes van desde desayunos a us$1,50 a cenas a us$3. Después de eso un poco de tele( que placer es ver tele después de meses de no verla, y mas si es una peli de dibujitos) y a dormir como campeones cada uno en su cama. Me desperté casi como un autómata a las 7 pero me quede haciendo fiaca, otro inmenso placer, hasta que junte fuerzas para levantarme e irme a la pileta con borde infinito que miraba al acantilado y desde donde podía ver al único surfer que se había animado, un nadador olímpico brasileño que cuando se acerco al desayunador nos dejo a todos reducidos a enanos hilachentos. Cuando los chicos se levantaron nos fuimos a desayunar a lo de Doña Com y volvimos luego a preparar las cosas para la partida.Dejamos Mizata Point en la peor hora, pero nos era difícil salir de la pileta. Pedaleamos 20km en tramos de a 10 en caminos que subían y bajaban hasta que llegamos a un río donde decidimos hacer un break por un rato, para volver a hacer unos 30 mas hasta llegar a uno de los Point de surf mas conocidos y concurridos de El Salvador, El Tunco. El pueblo, un clásico pueblito surfero, una mezcla entre gringos surfers y locales, mas algún que otro hippie vendiendo artesanías y las chicas que siguen a los surfers, pero nunca a los ciclistas, aunque claro que llamamos la atención a todos, incluso a los policías, a quienes le pedimos recomendación de algún hostel y nos marcaron el Tortuga, de Francis Hasbun , surfista profesional de joven y uno de los fundadores y ex presidente de la asociación salvadoreña de surf. Su hostel se encuentra contra la playa, a metros del point y entre el ambiente y la pileta, mas el aire acondicionado de sus habitaciones, el desayuno incluido y lo conveniente de su precio nos decidimos por la fácil y le dijimos que si. Nos quedamos dos días en el Tunco, descansando un poco, comiendo en el comedor de Mary (sobre la principal al lado de un estacionamiento) poniéndonos al día con las bicis y los planes para el futuro y charlando y paseando por las playas y el malecón de la Libertad a donde nos llevo Francis cerca de la tarde noche del ultimo día para terminar sellando la buena relación con unas buenas pizzas ( hacia cuanto que no comía una pizza!!!). Volvimos a meternos a la pile para cerrar el día y lo comenzamos igual, en la pile para despabilarnos, pero con un desayuno mirando el mar y los surferos amanecidos en el vicio. Ese día dejábamos la costa del Salvador y no volveríamos a ver el pacifico hasta entrar a Honduras, donde solo lo veríamos desde lejos.

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