lunes, 13 de mayo de 2013

Levantando a un muerto

Estaba aburrido, anestesiado contra la sorpresa de los lugares que veía desde que había dejado Acapulco, y buscando la solución para salir de este estado aplastante mientras intentaba descubrir como se hace para explicar que el paraíso ya me había cansado? Hacia más de un mes que estaba parado, había dejado de pedalear desde mi llegada a Puerto Escondido donde después de dos meses me había vuelto a encontrar con Fran y Nico a quienes no veía desde nuestra despedida en Todos Santos en la Baja California. Viajar solo me había dado oportunidad de experimentar otras cosas, de hacer siempre lo que yo quisiera y decidiera sin tener que consultarlo, pero a la vez me había quitado la oportunidad de compartir con un amigo lo que me venia pasando y lo que iba viviendo. La estadía en Oaxaca tuve puntos altos, Cande me vino a visitar desde San Francisco y me hizo dar cuenta de cuan necesitado de su presencia estaba, nos visito de nuevo German, esta vez con Ale, su novia, y pasamos una vacaciones mentales increíbles sumándonos a Nico y Betty que había venido a visitar a mi compañero de ruta para su cumpleaños. Pero también tuvo sus puntos bajos. Al dejar las bicis, dejamos de ser viajeros para pasar a ser turistas, nuestros vehículos que habían sido un pasaporte de buena voluntad generando siempre reacciones positivas dejaban de cumplir ese rol al estar guardadas dentro de la casa que habíamos alquilado para recibir a las visitas. El contraste fue horrible, la gente ya nos miraba diferente, y quizás era mi excesiva sensibilidad, pero el lugar en donde mas tiempo pare desde que empecé el viaje, fue el único en el que me sentí como visitante NON GRATO. Fue por eso que apenas deje a Cande en el aeropuerto en el DF mi único deseo era alejarme de ese lugar lo más pronto como pudiera, y fue efectivamente lo que hicimos con Nico, ya que Fran había decidido interrumpir el viaje para pasar un tiempo con María en Tulum. Subirme a la bici fue un primer paso, aunque el hecho de haber estado frenado tanto tiempo cobro sus intereses sobre mis piernas desacostumbradas y mi cuerpo acostumbrado al fresco de la sombra. Seguimos avanzando y recorrimos en 5 días unos 450kms de playas, sierras y grandes y extensiones de campos eólicos en días de calores extenuantes, la sensación seguía estando, sentía ganas de dejar México, de sellar de nuevo el pasaporte, de salir del país donde había pasado hasta la fecha, la mitad de todo el tiempo recorrido desde nuestra salida de Anchorage, pero siempre surgía algo que nos retenía, y esta vez fue en forma de oportunidad, Lenny y Georgia, una pareja de australianos a quienes conocí en Acapulco cuando por allí pase con Cande, German y Ale en nuestro camino hacia México DF y a quienes había alojado en la casa alquilada en Puerto Escondido nos habían ofrecido hacer un tour con la Van con la que viajaban desde EEUU por Chiapas, Yucatán y Quintana Roo, era casi imposible decir no y sin embargo esas ganas de cerrar el ciclo México casi me hacen decidir lo contrario. Mi estado de ánimo estaba por empezar a cambiar. Al viaje se sumo también Mica, otro argento de Buenos Aires que había comenzado su viaje un mes antes que nosotros y se unió en Todos Santos. Lista la Van y cargadas las bicis y sus bolsos partimos a intentar subir el listón para cerrar el país con una sonrisa en la cara, y vaya si lo hicimos. Chiapas nos mostró su sierra a veces selvática a veces boscosas y su edificación humilde pero extremadamente limpia y prolija, San Cristóbal de las Casas su mar de tejas coloniales, casas señoriales e iglesias entre mercados indígenas y calles empedradas, una verdadera joya del país y para terminar nos sumergió en una red de cientos de cascadas de variados tamaños y de colores imposiblemente azul para depositarnos en Palenque y sus ruinas mayas que parecen asomar tímidamente de entre la imponente selva. La decisión de hacer el viaje ya se había pagado y todavía faltaban varios lugares por conocer. Seguimos al norte hacia Mérida, en donde hubimos de parar por razones de salud de Lenny y fuimos recibidos por Ken y de la red Warmshowers en su espectacular casa donde pasamos dos días entre la pileta y su comedor al aire libre en el que aprovechamos para invitarles un asado. De allí como si no hubiésemos sido malcriados por el paisaje derecho a Tulum en el Caribe para pasar una semana en Playa del Carmen alojados por Maicol, el Bebe y el Negro, argentinos amigos de Mica y darnos una ultima panzada de sol Mexicano aderezados con snorkel en aguas verde cristalinas con tortugas, peces de colores y cenotes. Paso siguiente Belice previo paso por Laguna Bacalar, un retazo de agua dulce color turquesa a 50km de la frontera. La entrada a la antigua Honduras Británica fue un trámite clásico y rápido pero significo un giro radical en cuanto a idiosincrasia, idioma, arquitectura y paisaje, que se volvía llano y mucho menos selvático. Llegamos a Belice City y ese mismo día tomamos una lancha a Caye Caulker luego de un par de negociaciones con los amistosos y reggae-looking locales. Caye Caulker merecería un capitulo aparte, una pequeña isla de aguas turquesas y coral de no mas de un km y medio de largo y menos de 500mts de ancho, calles de arena y un bar al final que da lugar al Split( brecha) que dejo un huracán entre lo que ahora son dos islas donde hoy en día es el punto de reunión y de esparcimiento para los visitantes que gusten de zambullirse en las aguas increíblemente trasparentes del lugar o hacer snorkell . Nos quedamos dos días y debe decir que dejamos el lugar con cierta tristeza, no es fácil dejar lugares así. La llegada de la noche nos encontró en la casa de Rudy, un carismático profesor que había recorrido todos los países de Latinoamérica en su bicicleta durante dos años y medio hacia 12 años, y nos hospedo en su casa-chacra y compartió con nosotros sus historias por los caminos que yo también había recorrido hacia 3 años. Dejamos esta vez Belice para entrar en Guatemala, donde al llegar a Flores nos despedimos de Lenny y Georgia que seguirían en su van y para armar las bicis para recomenzar nuestro periplo a la misma distancia del lago Atitlan a la que habíamos subido en principio a la camioneta,490km , pero esta vez en el este.

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