martes, 9 de octubre de 2012

MOSQUITOS

Nadie podía imaginar en mi Alta Gracia adoptiva, que en un clima que una imaginaba helado como el de Alaska o el norte de Canadá podía a llegar a sobrevivir una especia tan inútil como enigmática en cuanto a su capacidad de supervivencia como el mosquito. Y si que lo hacia, y de que forma. Hijos de alguna extraña mutación entre dinosaurios y los pequeños insectos a los que estamos acostumbrados en el sur llego al norte en tamaños exagerados y con capacidades que ni superman tendría. Invernando entre las capas de nieve y hielo cual si de Walt Disney se tratara, despiertan con hambre voraz cuando estas se derriten en el verano y parecen además haber desarrollado a la par de esta capacidad de persistencia criogénica, una habilidad especial para no ser ahuyentados por el humo o el fuego. Evidentemente no creen en el control de la natalidad pues se reproducen de a millones y así como cual si de un convoy con comida al costado de la ruta se tratara atacan al desprevenido ciclista que para a hacer un break o a mirar la hora de a millares, provocando imprecaciones varias y recuerdos a la madre que los parió. Aunque Fran lo achaque a mi temperatura temporal, Nico a la falta de Off y yo a una especie de conspiración internacional en contra de mi slow life y sin stress, es evidente que estos hijos de una trabajadora de la calle tienen una predilección por el contenido de mis venas, el cual absorben descaradamente mientras yo panchamente pedaleo, camino, cocino, como, o realizo otras actividades que no viene al caso mencionar. Y es el momento en el cual mi paciencia tibetana se va al quinto carajo, y es que no existe forma de bloquear su pico, aguijón o como sea que piquen, traspasan las calzas, las medias, los buzos, encuentran ese milímetro de piel que siempre queda descubierto, te obligan a meterte dentro de la carpa y siempre alguna te acompaña adentro, y no contentos con esta actitud totalmente hostil, acosan la carpa traspasando su techo y mostrando su aguijón por através de la tela del cubretecho convirtiendo a las películas de terror en una aventura de Winnie Puh. Quizás las culpa fue mía al no chequear antes cualquier blog de cualquier persona que haya visitado Alaska o el norte de Canadá y que de seguro los menciona, o quizás fue el entender como un simpático chiste de salón y no como una verdad incontestable el hecho de que apenas llegado ya me lo mencionaran como el ave nacional de Alaska, lo cierto es que si estas leyendo esto, y algún día se te ocurre venir, no seas boludo/a, el Off sale dos mangos en Argentina… tráete 20 litros.